La situación no era fácil. Se trataba de su primera historia de ficción y recién abandonaba el mundo de la Física para dedicarse de lleno al universo literario, lo que no era precisamente un buen antecedente en el circuito editorial. Para más datos, no tenía dinero. Corría 1948, y Ernesto Sábato se encontró con la negativa sistemática de las editoriales argentinas que no comprendieron el potencial que tenían entre manos. “El túnel” encerraba en sus páginas el germen de búsqueda de un escritor emblemático. La novela, en la que Sábato pone en boca del pintor Juan Pablo Castel los motivos que lo llevaron a asesinar a su amante María Iribarne, iba a ver la luz solo gracias a la ayuda económica de un amigo. Un gesto de alguien que, sin saberlo (o intuyéndolo en secreto, quién sabe) estaba pavimentando mediante la autoedición el primer tramo de una de las obras más trascendentes de las letras en nuestro idioma.
El propio Sábato —ganador del Premio Cervantes en 1984— lo cuenta en su libro “Antes del fin” (Seix Barral), retratando aquellos momentos en los que la autopublicación dio rumbo a su vida literaria:
“El túnel fue la única novela que quise publicar, y para lograrlo debí sufrir amargas humillaciones. Dada mi formación científica, a nadie le parecía posible que yo pudiera dedicarme seriamente a la literatura. Un renombrado escritor llegó a comentar: ´¡Qué va a hacer una novela un físico!´. ¿Y cómo defenderme cuando mis mejores antecedentes estaban en el futuro? El túnel fue rechazado por todas las editoriales del país, hasta por Victoria Ocampo, que se excusó diciéndome: ´Estamos medio fundidos, no tenemos un cobre partido por la mitad´. Qué auténtica me pareció entonces esa frase de Oscar Wilde: ´Hay gente que se preocupa más por el dinero que los pobres: son los ricos´. Aún recuerdo la tarde en que se abrió la puerta del Querandí —el mismo café que luego frecuentaría en mis encuentros con Gombrowicz—, y vi aparecer a Matilde llorando, encorvada, trayendo entre las manos los originales de mi novela, que yo no me había atrevido a retirar, tanta era mi vergüenza.” Y agrega: “El préstamo de un generoso amigo, Alfredo Weiss, hizo posible la publicación en Sur, y fue inmediatamente agotada.”
UNA HISTORIA “PORNOGRÁFICA”. Pero las complicaciones continuarían poco después. La censura franquista haría lo suyo. El censor admitía que la narración encerraba una defensa del amor, pero “se parte del equívoco de que el amor puede ser ilícito. El relato emplea una fraseología excesivamente cruda, y si prescindimos de la intención simbólica del autor, no nos queda más que una novela pornográfica, en la que se relata un adulterio y un asesinato”. Años después, fue editada, aplaudida y llevada al cine.
Cautivó también a grandes escritores, como Thomas Mann y Graham Greene. Albert Camus la elogió especialmente por “la sequedad y la intensidad”. El autor francés le escribió a Sábato una carta en 1949 contándole que la había recomendado en la editorial francesa Gallimard para que la publicaran, hecho que efectivamente sucedió.
Como ocurre con muchos clásicos, “El túnel” es una novela que admite varias lecturas. Puede entenderse como un texto existencialista, y también como una narración psicológica que estudia de manera rigurosa ciertas patologías mentales. Todo dentro de una novela policial. Corta, intensa, oscura y lúcida a la vez.
En 1990, Sábato escribió el prólogo para una nueva publicación de la novela en el Círculo de Lectores. Allí señala lo siguiente:
“Era mi primera novela y fue rechazada por los editores con energía, y hasta, como en el caso de Guillermo de Torre, con entusiasmo, lo que no es motivo de asombro, ya que por lo general sólo publican a los escritores que tienen antecedentes, como los bancos prestan dinero a los que prueban que no lo necesitan. (…) Hasta que un alma caritativa, Alfredo Weiss, le pagó a Sur para evitar la ruina de esa ilustre pero pequeña editorial. Nunca he olvidado ese gesto de amigo, así como su fe en lo que había escrito, y creo justo recordarlo en esta página si es que desde su tumba puede saberlo.”
Vigente como pocas, “El túnel” logró meterse en el canon argentino para siempre. Junto a las celebradas novelas “Sobre héroes y tumbas” y “Abbadón, el exterminador”, una amplia obra ensayística sobre la condición humana y el ya histórico “Nunca más” que abrió las puertas del juicio a las juntas militares en 1985, “El túnel” integra un corpus literario leído y releído tanto hoy como ayer en nuestro país y más allá de las márgenes del Río de la Plata.
Una senda que tuvo su primer paso en la autopublicación, luego de reiteradas negativas. ¿Y vos, qué estás esperando para autoeditar tu libro?