14 sugerencias imperdibles de Mario Vargas Llosa para escritores nobeles
22 de agosto, 2022
¿Hará falta presentación para tamaño autor? ¿Qué puede agregarse del Premio Nobel de Literatura que formó parte del recordado y siempre presente “boom” latinoamericano? ¿Bastará decir que aún hoy, a sus 85 años, sigue escribiendo como un joven novel? Mejor será leerlo en sus propias palabras, en frases cortas que lo definen de la manera más exacta, antes de pasar a sus consejos:
“El novelista no elige sus temas; es elegido por ellos. Escribe sobre ciertos asuntos porque le ocurrieron ciertas cosas.” – Cartas a un joven novelista.
“Advertirles que la literatura es fuego, que ella significa inconformismo y rebelión, que la razón de ser del escritor es la protesta, la contradicción y la crítica.” – La literatura es fuego.
“Las ficciones de la literatura han multiplicado las experiencias humanas, impidiendo que hombres y mujeres sucumbamos al letargo, al ensimismamiento, a la resignación.” – Elogio de la lectura y la ficción. Discurso del Nobel.
“Ésa era la obligación del artista: crear, no imitar. En adelante, los artistas liberados de ataduras serviles, podrían osarlo todo en su empeño de crear mundos distintos al real.” – El paraíso en la otra esquina.
Además de leer sus libros, todo escritor que se inicie sabrá valorar los consejos de esta celebridad, como fruto de tantos momentos de inspiración (y de los otros) en una carrera tan extensa como genial. ¿Las sugerencias que más nos gustan? La 3 y la 12. ¿Y a vos?
El “dato escondido” o narrar por omisión no puede ser gratuito y arbitrario. Es preciso que el silencio del narrador sea significativo, que ejerza una influencia inequívoca sobre la parte explícita de la historia, que esa ausencia se haga sentir y active la curiosidad, la expectativa y la fantasía del lector.
Sólo quien entra en literatura como se entra en religión, dispuesto a dedicar a esa vocación su tiempo, su energía, su esfuerzo, está en condiciones de llegar a ser verdaderamente un escritor y escribir una obra que lo trascienda.
No hay novelistas precoces. Todos los grandes, los admirables novelistas, fueron, al principio, escribidores aprendices cuyo talento se fue gestando a base de constancia y convicción.
La literatura es lo mejor que se ha inventado para defenderse contra el infortunio.
En toda ficción, aun en la de la imaginación más libérrima, es posible rastrear un punto de partida, una semilla íntima, visceralmente ligado a una suma de vivencias de quien la fraguó. Me atrevo a sostener que no hay excepciones a esta regla y que, por lo tanto, la invención químicamente pura no existe en el dominio literario.
La ficción es, por definición, una impostura —una realidad que no es y sin embargo finge serlo— y toda novela es una mentira que se hace pasar por verdad, una creación cuyo poder de persuasión depende exclusivamente del empleo eficaz de unas técnicas de ilusionismo y prestidigitación semejantes a las de los magos de los circos o teatros.
En esto consiste la autenticidad o sinceridad del novelista: en aceptar sus propios demonios y en servirlos a la medida de sus fuerzas.
El novelista que no escribe sobre aquello que en su fuero recóndito lo estimula y exige, y fríamente escoge asuntos o temas de una manera racional, porque piensa que de este modo alcanzará mejor el éxito, es inauténtico y lo más probable es que, por ello, sea también un mal novelista (aunque alcance el éxito: las listas de bestsellers están llenas de muy malos novelistas).
La mala novela que carece de poder de persuasión, o lo tiene muy débil, no nos convence de la verdad de la mentira que nos cuenta.
La historia que cuenta una novela puede ser incoherente, pero el lenguaje que la plasma debe ser coherente para que aquella incoherencia finja exitosamente ser genuina y vivir.
La sinceridad o insinceridad no es, en literatura, un asunto ético sino estético.
La literatura es puro artificio, pero la gran literatura consigue disimularlo y la mediocre lo delata.
El de las novelas es un tiempo construido a partir del tiempo psicológico, no del cronológico, un tiempo subjetivo al que la artesanía del novelista da apariencia de objetividad, consiguiendo de este modo que su novela tome distancia y se diferencie del mundo real.
Lo importante es saber que en toda novela hay un punto de vista espacial, otro temporal y otro de nivel de realidad, y que, aunque muchas veces no sea muy notorio, los tres son esencialmente autónomos, diferentes uno de otro, y que de la manera como ellos se armonizan y combinan resulta aquella coherencia interna que es el poder de persuasión de una novela.
Excelentes consejos