Diálogos eficaces: 3 premisas importantes y 2 errores comunes
29 de diciembre, 2021
La construcción de diálogos constituye un ítem importante y delicado en toda narración. Tienen el potencial de aumentar de manera ágil el caudal de información que mostramos sobre la psicología de un personaje, sobre un lugar o un suceso. Y es también una óptima forma de economizar escritura, si elegimos bien las palabras. Pero a la vez puede ser una trampa.
Te presentamos a vuelo de pájaro 3 máximas urgentes para tener en cuenta a la hora de escribirlos:
MANTENER LA VEROSIMILITUD. Si trasladáramos al papel un diálogo que tenemos con un amigo, así tal cual, seguramente advertiremos que no funciona literariamente. Porque suele acompañarse con gestos, ademanes, pequeñas respiraciones y énfasis que resultan imposibles de llevar al papel. Pero el objetivo es mantener esa frescura. Ese es el desafío.
SUPERAR LA REALIDAD. ¿A qué nos referimos con esto? Es una ampliación del punto anterior. Esas vueltas que damos en la vida real para expresar algo, sumando información no relevante, sea para llenar un silencio o simplemente para parecer amables, no le interesa a nadie. En literatura, se aprecia ir al grano. El lector no tiene tiempo que perder. Así que, además de espontaneidad, síntesis.
RESPETAR LA VOZ DE LOS PERSONAJES. A rajatabla. No es el autor el que habla, sino los integrantes de su historia. Las características de sus psiquis, sus deseos y necesidades se ponen de manifiesto claramente en un diálogo. El autor debe mimetizarse con cada uno para “hablar” como sería natural en cada situación. (Una autora amiga solía vestirse, comer y vivir como el protagonista de su novela para familiarizarse con su mundito privado. Esto luego era llevado a los diálogos con mucha mayor facilidad y “realidad”.)
Al escribirlos, es común caer en errores que alejan al texto de la fluidez y la claridad en la interpretación de la historia. Te recordamos 2:
DIÁLOGOS PRETENCIOSOS. Las personas hablan como personas. Usan lenguaje coloquial. Nada de palabras artificiales. Un diálogo no es el lugar donde el escritor deba mostrar toda su sapiencia y su menú de palabras complejas. No habla él: hablan sus personajes, con sus características. No debemos ver los “hilos de la careta” de quien escribe, sino concebir las palabras como parte de la psicología de cada personaje. El lector debe poder jugar el juego.
DIÁLOGOS “VACÍOS”. Como dijimos, el diálogo es un buen recurso para economizar, y para mostrar características de los personajes. No echemos por la borda esto, gastando renglones que no aporten nada. Si le sentimos “la voz” a un personaje, que sea para enriquecer la percepción sobre él, o bien para que la acción avance más rápido sin tener que describirla puntualmente.
¡Ah! Una obviedad no tan obvia: no olvides usar el guion (—) en lugar de la raya (-). Y recordá que muchas veces, los personajes resultan más interesantes por lo que callan que por lo que dicen… Como en la vida real.