Es uno de los grandes fantasmas de todo artista. La sensación de que, en algún momento, no podrá crearse más nada. Las musas pueden ser erráticas; pero habrá que ir a buscarlas y agarrarlas del cuello, no sin entender que tienen su propio tiempo, lugar y caprichos.
Mucho se dice sobre la mente en blanco, sobre “cómo seguir” la historia planteada, frente al temido “¿y ahora qué?”. Lo cierto es que no podemos esperar a que “baje” la inspiración sobre nuestra cabeza como si fuera el espíritu santo. Seguramente pasaste por alguna de estas situaciones. Tranquilo: ¡los grandes escritores también! Antes que nada, fijate si sentís identificación con estas opciones que detallamos a continuación, o “tachá la que no te corresponda”:
Acá te acercamos algunos apuntes para atravesar esta etapa y seguir camino a la meta.
Seguramente sos una persona sensible, con arrebatos creativos que vienen y van. Puede ser que recuerdes lo que dice Truman Capote en el prefacio de su “Música para camaleones”: “Cuando dios nos ofrece un don, al mismo tiempo nos entrega un látigo”. Okey, pero no te azotes más de la cuenta. Frustrarte puede ser inevitable, pero permanecer “allí” no es una opción. Tenete paciencia. Sé tu mejor amigo. Tu sensibilidad lo merece; después de todo, escribís gracias a ella.
Será tiempo de dedicar la atención a otras cuestiones que, de todas maneras, en algún momento deberás abordar. Por ejemplo: encontrar un buen título, desarrollar apuntes sobre ese final que sí sabés que tendrá la historia, o corregir lo ya escrito. “Hay que pasar el invierno” hasta que salga el sol otra vez, pero de manera útil. No hay mal que por bien no venga, y ya que estamos con refranes, tampoco hay mal que dure 100 años.
Todos queremos el máximo rendimiento, pero justamente, solo puede obtenerse con una pequeña (gran) dosis de paciencia y consideración. No existe la lucidez constante. En todo caso, recordá a Picasso: “Que la inspiración me encuentre trabajando”. La búsqueda descontrolada de lo ideal es la enemiga perfecta de lo real; el peor libro es el que no se escribe.
¿Qué es esto? Ni más ni menos que leer otros libros vinculados a lo que te interesa contar: informate sobre temas “técnicos” específicos, características de personajes, o sitios o paisajes que tenés en mente. Eso dispara nuevos enfoques y facilita la originalidad. Hasta podés confeccionar una ficha de cada uno, con una descripción que volverá más rica tu escritura.
Una famosa frase de superación personal dice “Conócete a ti mismo”. Este freno creativo puede agilizar nuevos caminos, que irán instalándose en tu forma de escribir. Además de volverte más escurridizo frente al próximo bloqueo, estos novedosos “escapes” te conducirán a insospechadas fuentes de inspiración.
En momentos oscuros, recordá que grandes escritores han desaprobado su trabajo (Kafka pidió quemar sus libros, al igual que Emily Dickinson; Sábato lo hizo con varios manuscritos) y otros han reescrito sus obras infinidad de veces.
Según Ricardo Piglia, “escribir es ante todo corregir”. Nabokov decía que los lápices le duraban más que las gomas de borrar… y Borges sostenía que publicaba “para dejar de corregir”. Dicho de otra manera: los grandes también han pasado por la frustración, la decepción, la insatisfacción y hasta el odio por esta actividad. Pero la diferencia es que han sabido sobreponerse.
Quizás, este pueda ser el verdadero poder que catapulta al éxito… Vencé tus infiernos personales ¡y descubrí de qué madera estás hecho!